La verdad es que hoy ha sido un día extraño. He llorado antes de salir hacia Madrid abrazada a mi gatita y le dejé la cabecita empapada de mis lágrimas. Pobre mochita, con lo que la quiero yo a ella. Ya me contó mi madre que estaba echada en mi cama esperándome... ¿Me esperará durante seis meses o se va a olvidar de mi otra vez?. La próxima vez que me vuelva a casa, pienso estar con ella todo el tiempo que me venga en gana. Qué duro es echar de menos a una mascotita que te quiere tanto y te es tan fiel...
Lo cierto es que el vuelo estuvo movidísimo. Pasamos por una célula de tormenta en formación cuando realizábamos la aproximación a MAD. Atravesamos el montón de cumulonimbos y el avión descendió de brusco unos 10 metros. La gente chilló un poquito, esa especie de "uuuuy que nos la pegamos" que se oye tanto cada vez que se pasa por turbulencias. No estuvo mal. Me tocó una fila entera para mí solita, y me repoché a gusto, la verdad es que debería de haberme tocado en el Londres-Calgary y no en el Tenerife-Madrid. Cómo te lo montas cuando te toca algo así, jaja.
En fin, el avión era un Airbus A320 muy rechoncho y mono. Me dieron ganas de abrazarlo, pero está demasiado obeso como para poder darle la vuelta con los brazos. Hay que decirle a los de Airbus que tienen que poner a adelgazar a sus aviones. El 380 está tomando muy mal ejemplo de sus compañeros...Jeje.
En fin. Creo que me ha tocado la misma habitación de hotel que la última vez cuando volvía de Canadá, o al menos es clónica Oo. Es cómoda, así que ahora mismo me voy a dar una duchita y con la misma iré a comer alguito, que seguro que está rico.
Viajar tiene sus cosas buenas, entre ellas, disfrutas y creces como persona.
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